Sobre los referentes: de políticos y escritores a imbéciles con seguidores
Nuestros abuelos admiraban a escritores, intelectuales de la época, músicos y aunque parezca increíble, también a políticos.
He hecho un pequeño repaso a mis héroes de inicios de los 2000, cuando en mi adolescencia, igual que cualquier joven, dejas de admirar durante un tiempo a tu padre y buscas otros referentes. Admiraba a Kase O y a algún actor de películas de peleas probablemente pero poco más.
Eran figuras que, aunque a mi rapero favorito podía cruzármelo cualquier día de fiesta, por lo general eran lejanas. No nos planteábamos ser como ellos, simplemente emulábamos su estilo, sus formas y soñábamos con tener sus superpoderes.
Poderes que parecían lejanos. Escribir buenas letras, saber rimar, producir música, aprender artes marciales y ser actor de Hollywood. Nos servían como inspiración y teníamos hacia ellos cierto amor platónico. Un amor que no era envidioso y sobre todo, como todo lo platónico, inalcanzable.
Quizás los más valientes y cuya vocación era la música, podían seguir los pasos del rapero o el cantante, grabar sus maquetas, rapear en los parques y dar pequeños conciertos. Pero solo el talento, la determinación y puede que ciertas habilidades sociales te posicionaran a muy largo plazo en esa tarima llamada éxito.
Hablamos de los años 2000, pero si nos remontamos tan solo 50 años atrás, en una España muy diferente, ¿a quién admirábamos?.
Joan Manuel Serrat, Rocío Jurado, Paco Martínez Soria, Ángel Nieto, algún torero, alguna cantante… una vez más persona con talento, habilidades y trayectoria.
HORTELANO TONTO, PATATA GORDA
Sí, esta es la generación del hortelano tonto. Picasso, Dalí, Serrat y joder, hasta Almodóvar, tenían habilidades, visión y sobre todo una trayectoria. No explotaron del día a la mañana. Veíamos su evolución natural y cómo iban mejorando sus habilidades hasta crear obras.
También había activistas y líderes de opinión. Martin Luther King o el Che Guevara. Podías llevar camisetas del Che, pero sabías que por mucho puro y boina que te pusieras para la foto, necesitabas propósito, contexto, habilidades y, sobre todo, tiempo.
Pero hoy, la curva del éxito se ha aplanado. De hecho, se ha aplastado. Y cuando nos saltamos todo el proceso “natural” empiezan a surgir malformaciones y desviaciones. Como cuando la ciencia juega a ser Dios y la lía parda.
Reconozcámoslo: cualquier imbécil, destalentado (palabra aragonesa para referirse a aquellos faltos de entendimiento y talento) y gracioso puede rozar la sensación de éxito y fama. He dicho: rozar.
Y no se ofenda usted si le llamo imbécil, en este post me otorgué el mismo galardón.
Volvamos a la curva del éxito. Imagina una campana de Gauss1. Se achata al inicio, tiene una curva ascendente que se interpreta como el camino necesario para adquirir habilidades, experiencias y superar obstáculos y cuando llega a su madurez, cae.
Pero esta fase de madurez, a mi parecer, se aplanará y, por tanto, durará tanto como difícil o laboriosa haya sido el ascenso.
Si Eminem fuese un rapero de los de hoy en día, que surgen de la noche a la mañana creados por la industria musical y las redes sociales, no cumpliría sus 51 años manteniendo su relevancia en el rap durante tanto tiempo. Su fase de madurez, aunque vaya descendiendo y no tenga tanta presencia en la industria, no cae estrepitosamente, sino que se mantiene lo suficiente estable para que su nombre suene, siga dando conciertos multitudinarios y sigamos sabiendo quién es.
Joaquín Sabina, Alejandro Sanz, Andrea Bocelli, Nino Bravo, The Beatles… sus nombres perduran, se siguen consumiendo y su legado durará al menos una generación más. Han hecho una contribución a la música. Los raperos o traperos que ponen nombres a hamburguesas y llenan el Wizink de 0 a 50.000 en cuestión de horas, y que han surgido de la noche a la mañana, suben y bajan a la misma velocidad.
No es de extrañar que estos éxitos tan repentinos como el del trapero Quevedo2 triunfen tan rápido a marchas forzadas que se vean obligados a retirarse por salud mental.
EMULAR EL ÉXITO
El problema, en mi opinión, es que la era de las redes sociales en la que tú y yo vivimos es capaz de emular prácticamente cualquier estilo de vida y ser o parecer ser quien tú quieras.
¿Quieres ser influencer de moda? Un par de pedidos en Shein, dos unboxing y unos cuantos reels enseñando cacho y en cuatro días (literal) puedes alcanzar cientos de miles de visitas en tus redes sociales. Ya tienes la fama.
¿Quieres ser millonario? Si eres un poco más inteligente y tienes la mitad de ética que la media poblacional, puedes engañar a miles de “desubicados” dándoles tu receta del éxito, aunque ni siquiera tú la hayas conseguido. Ya tienes el dinero.
¿Quieres tener propósito? Si has pasado por una depresión, una enfermedad o has perdido suficiente peso como para demostrarle al mundo que tienes un mensaje clarividente de cuál es el camino que hay que seguir. Ya tienes propósito.
Pero si todo esto no conecta contigo, con tu identidad, con tus principios y sobre todo, si estas emulaciones no se filtran en lo más profundo de tus entrañas como para ser capaz de asimilarlas… te pasarán factura.
Puedes ser quien quieras ser, pero antes has de saber quién quieres ser. Todo tiene un precio.
Las figuras empresariales como José Elías que en los últimos meses han tomado relevancia y el algoritmo ha favorecido su difusión son espectaculares. Quedan increíbles en podcast y entrevistas, pero aunque incluso ellos insisten en las dificultades, horas de inversión y pérdidas que les ha llevado hasta allí, muchos creen que ellos pueden ser el siguiente simplemente siguiendo sus pasos.
Aquí está el problema.
LEVANTAS UNA PIEDRA Y HAY UN COACH DE MARCA PERSONAL QUE TE DICE QUE PUEDES CONSEGUIRLO
El chiste se cuenta solo.
Una situación económica y social complicada.
Una tendencia a la búsqueda del éxito superficial.
Un nuevo paradigma profesional que afecta casi a la totalidad de los trabajos forzado por las redes sociales, los nuevos trabajos y la entrada de la inteligencia artificial.
El surgimiento de nuevas figuras que han encontrado un hueco para vender y empaquetar ese éxito con fórmulas mágicas.
Si metemos todo esto en una Baticao®… El esperpento está asegurado.
Personas sin formación, ni experiencias personales o profesionales, ni habilidades, vendiendo a otros como ganar dinero para ser ricos, famosos y lo peor de todo: felices.
El resultado al beberte el batido es: FRUSTRACIÓN.
DE LA INSPIRACIÓN A LA FRUSTRACIÓN
Pasé años enseñando lo que era la marca personal, qué objetivos tenía y cuáles eran los caminos que un buen trabajo de reputación personal y profesional te ofrecían si trabajas en ello y tenías claro tu rumbo.
No había TikTok, en Instagram subíamos noches de juerga y paellas con fondos playeros y los primeros YouTubers asomaban hocico tímidamente sin tener todavía claro que pasaría con ellos en el futuro.
Yo insistía mucho en la importancia, lo primero, en tener muy claro cuál es ese trabajo que quieres fomentar a través de esa reputación. Si era el que ejercían en ese momento, buscaríamos apalancarnos de su reputación actual para coger tracción y empezar a mover los hilos. Si era algo nuevo donde querían encontrar oportunidades, ya bien sea por visión, por pasión o por talento, entonces trabajábamos en sus habilidades actuales y trazábamos un camino basándose en sus objetivos bien definidos.
Y lo que siempre tenía claro era que el camino iba a ser largo. Cuando alguien me pedía resultados, no trabajábamos juntos. Los resultados no podía garantizarlos porque depende de tantos factores y condicionantes que sería un suicidio para ambos.
No me hice viral ni me compré un Lamborghini, pero no le di a nadie esperanzas ni promesas vacías que lo condujeran a la frustración e interfiriese directamente en su salud mental.
Pero otros tomaron el camino corto y fácil, el que Hércules rechazó para enfrentarse a la Hidra, el León y el Jabalí y que lo que le convirtió en leyenda, siempre está ahí y acaba saliendo a la luz.
Las personas, al ver que otros trabajaban duro para conseguir sus primeros seguidores, enseguida pudieron comprar a golpe de tarjeta a sus primeros fans rusos, indios o pakistaníes.
Como vieron que estos no interactuaban y que había que empezar a crear contenido y aportar valor… empezaban a buscar tendencias. Ya daba igual que fuera lo suyo o no. Si había que bailar y hacer el ridículo en TikTok, se hacía y punto. Si había que vender batidos milagrosos, se vendían y ya está. Podías leerte un par de libros de desarrollo personal y después vender que eras coach para forjarte un trabajo, maravilloso.
Podías ser lo que quisieras hasta que te enfrentases al espejo o a una voz amiga que te dijese: Ahora que tienes todo lo que ansiabas… ¿Eres feliz? ¿Llevas una buena vida?.
Seguiré mostrando el camino hacia la buena vida, camino que voy trazando y que voy entendiendo por cada paso que avanzo. No en términos absolutos. Siempre en términos relativos.
Mi propósito es tener una buena vida. Una vida bien vivida.
"La vida es una obra teatral que no importa cuánto haya durado, sino lo bien que haya sido representada" Séneca.
Actualizando la cita, querido Séneca, con tu permiso me atrevo a decir:
No importa la cantidad de seguidores, cochazos o viajes que puedas conseguir, si cuando tuviste que conformarte solamente con ser tú, no lograste ser feliz.
Pura vida.
PD: Huye de los resultados.
https://definicion.de/campana-de-gauss/
https://www.marca.com/tiramillas/musica/2024/01/26/65b3a9a722601d972a8b456f.html#