Constructor de veranos
He tenido veranos tan bonitos en mi infancia que me veo en la obligación de convertirme en alquimista de las vacaciones de mis hijos
Cuando me da por algo, no hay quien me pare. Esto lo saben todos los que me conocen de cerca y, de hecho, poco se sorprenden cuando les cuento en qué ando metido.
Hace poco vino un familiar a casa y, hablando de las famosas mochilas de supervivencia, le enseñé la que yo tengo preparada.
Antes del apagón del pasado mes de abril, ya me había empezado a preparar una mochila de huida en caso de emergencia. Empecé viendo un video del fenómeno del bushcraft1 pamplonica llamado Iker.
Total, que después de enseñarle todo lo que llevaba en mi mochila para mí y mi familia me dijo: “¿Pero has tenido que dedicarle mucho tiempo a esto, no?”
Efectivamente. No es cosa de un reel, un video o un paseo por Amazon. Es cuestión de tiempo, curiosidad e interés.
Tirando del hilo, adentrándome en el maravilloso mundo de valerte por ti mismo, en medio de la naturaleza, viendo la importancia de conectar con nuestro lado más salvaje, entendí lo desconectados que estamos de esa parte ancestral y lo dependientes que somos de las comodidades, la tecnología y la vida “fácil”.
Si me lees hace un tiempo, habrás notado mi interés por la “incomodidad” y lo ancestral. Y si has escuchado la entrevista que tengo
, habrás descubierto que mi tótem animal es un gorila de espalda plateada. Muy bestia todo.En agosto cumplo treinta y cinco años y mi mujer, que me conoce bien, ha decidido alimentar esa bestia y regalarme una tienda de campaña para pasar el verano de camping en camping.
Y claro, si a un tipo apasionado le regalas una tienda de campaña, ¿qué crees que hará? Lógicamente, adentrarse en el maravilloso mundo de la acampada.
En medio de mi investigación e inversión en material campista, me hice la pregunta correcta: ¿Esto es para mí o también es para mi familia?
Y enseguida vinieron a mí recuerdos imborrables de mis veranos pasados. De esos de canícula. Sin trastear demasiado en la base de datos cronológica de los veranos de mi vida, enseguida llegaron recuerdos salvajes:
Una tormenta eléctrica en Alcossebre que iluminó el cielo durante casi un minuto y nos hizo correr a refugiarnos en el aparthotel.
Tardes de agosto buscando culebras en las pozas con mi colega Luis que luego soltábamos en el jardín de casa de mis abuelos para disgusto de mis tías.
Horas buscando cangrejos y pececillos en las rocas de la playa.
Aquellas construcciones salvajes que hacíamos con la cuadrilla de la playa en las que simulábamos tener nuestro campamento secreto.
Los campamentos en Virgen Blanca, las primeras noches a la intemperie, las tormentas de verano en la montaña y aquellas sudadas aprendiendo a doblar y recoger el saco de dormir.
Los primeros veranos de la adolescencia donde pintábamos las palabras rebeldía y libertad.
Eran veranos analógicos, salvajes y despreocupados. Hacíamos cuadrilla con cualquiera y encontrábamos mil excusas para no estar en casa.
Y hoy, tan solo unos cuantos años después, soy yo el proveedor de veranos y recuerdos inolvidables.
Así que, poniendo ingredientes en una tienda de campaña, me ha salido la siguiente receta que espero ayude a mis hijos a construir recuerdos esenciales:
Aire libre, naturaleza y libertad
Aventuras, desafíos y nuevas emociones
Tiempo holgado y despreocupación
Familia, amigos de siempre y nuevos amigos
Creo que con llevar todo eso en la maleta, me basta y me sobra para crear una bonita obra de arte veraniega.
…
¡Mentira! Me voy a hacer viajes al coche para llenarlo de doscientos cachivaches necesarios para convertirme en un experto campista.
Te deseo un buen verano, de esos que ayudan a conformar una buena vida.
PD: Si hay algún aficionado al camping que me responda con algún imprescindible de esos que uno no puede olvidar.
PD2: No me vas a perder de vista por aquí, no te preocupes.
El bushcraft es el arte y la práctica de utilizar habilidades y conocimientos para desenvolverse y prosperar en el entorno natural, utilizando los recursos disponibles.
Qué bonito eso de ser “constructor de veranos”. Me ha resonado mucho.
Hay algo profundamente bello —y también profundamente humano— en la idea de fabricar recuerdos, de pasar el testigo de la infancia a nuestros hijos con la misma mezcla de polvo, sol, sudor y carcajadas con la que lo recibimos nosotros.
Te leo y me acuerdo de los veranos de mi hijo, cuando aún era pequeño, y de cómo fui aprendiendo que no se trataba de planear grandes aventuras, sino de crear pequeños rituales que dejaran huella: un bocadillo envuelto en papel de aluminio en una estación cualquiera, un paseo al anochecer sin móvil, una guerra de globos de agua un día cualquiera de agosto.
Desde la autenticidad, lo que estás haciendo tiene un valor incalculable: mostrarles que vivir también es saber buscar lo salvaje, lo simple, lo compartido.
Desde la compasión, me emociona cómo te haces preguntas en mitad del impulso: ¿esto lo hago por mí o también por ellos? Ese freno, ese matiz, es el que diferencia a quien construye desde el ego y quien construye desde el amor.
Desde la belleza, no puedo más que celebrar tu forma de narrar: con humor, con verdad, con esa ternura que no necesita cursilerías. Se nota que cada anécdota que compartes ha sido vivida de verdad. Y eso, en estos tiempos, es un regalo.
Desde la profundidad, me quedo con ese viaje simbólico que haces: del niño que se moja en una tormenta al padre que monta una tienda de campaña. Los veranos que nos marcaron son también los que, sin darnos cuenta, acabamos regalando.
Y desde la alegría, la más difícil de todas, te deseo precisamente eso: alegría en las mañanas lentas, en los descubrimientos de tus hijos, en los ratos de cansancio compartido. Esa alegría serena que no necesita filtros ni likes, porque se queda pegada al cuerpo y a la memoria.
Así que gracias, Jano, por recordarnos que a veces basta una tienda de campaña, un cielo abierto y la voluntad de estar presentes.
Que tengas un verano con polvo en los tobillos y luz en el alma.
Los de San Valero tambien íbamos al virgen blanca! Nos dábamos baños de agua helada en el río cuando todavía eso no era tendencia