Sobre como Instagram se ha convertido en el First Dates del contenido
Me he ido de Instagram con una carta de despedida romántica y sincera que probablemente no le importe ni a mi madre, pero que para mí ha sido más difícil de lo que creía.
Decía así:
👋🏼 Me piro de aquí, Insta.
Casi quince años juntos, pero ya no te aguanto. Entiendo perfectamente tu rumbo y tus intenciones, pero ya no podemos seguir juntos.
Recuerdo perfectamente nuestras primeras fotos de hamburguesas o de mi perro Hugo y de alguna que otra salida de fiesta. Declaraciones de amor y de amistad… Todo aquello era real, una extensión de nuestro querido Tuenti. Éramos sociales.
Ahora te has juntado con egocéntricos, vendedores de mierda y soplagaitas. Intento crear contenido con mis reglas, pero no son las tuyas. Tú quieres FAST y yo quiero SLOW. Tú quieres superficialidad y yo necesito conocer hasta los orígenes de lo que me meto en el cerebro.
Gracias por este tiempo, por presentarme gente maravillosa y por descubrirme recetas que nunca hice.
👇🏼 Para ti, seguidor.
La confirmación de porque dejo esta red es que probablemente seas el 1% de la gente que ha llegado a leer este texto. Aquí ya no lee ni el tato. Así que gracias una vez más.
Me voy de aquí porque crear contenido en esta red significa sumarme a la horda de los miles de imbéciles que nos alimentan el estrés, la ansiedad y la superficialidad de una red que ya no tiene sentido más allá del desgaste y pérdida de tiempo y salud mental.
A mí me va lo de escribir y desarrollar, dar la chapa. No me gusta escribir titulares. Tengo fe en que todavía quedan lectores y personas que profundizan, pues allá que voy.
Me tienes en janocabello.substack.com y en YouTube.
Gracias por este tiempo. Gracias por leer.
⚠️ NO SE TE OCURRA PERDER UN SOLO SEGUNDO EN COMENTAR, NI EN ESCRIBIRME POR PRIVADA PORQUE NO VOY A LEERLO. (Si quieres desahogarte y te va a ir bien, adelante), si quieres decirme algo: hola@janocabello.comCiao, pescao.
Entré en Instagram porque en aquel momento de ebullición de las redes sociales, esta, en particular, prometía frescura. Una extensión de lo que era Tuenti, pero con filtros para las fotos y donde el juego del ego empezaba a asomar en una competición por ver quién tiraba la mejor foto de un plato de borrajas o capturaba el atardecer más espectacular.
Hace quince años de esto. Quince años de algoritmos, novedades y muchas, muchísimas marcas personales demostrando ser los que mejor hacían las cosas en su nicho.
En 2017 empecé a profesionalizar mi perfil. Fui el hazmerreír de mi grupo, incluso algunos entraban en mis directos a hacer “la gracia” de decir alguna tontería o se hacían pasar por seguidores y me mostraban su impostada admiración. Seguí creando contenido y reduciendo cada vez más, a petición del algoritmo sagrado, la duración del contenido, el formato y las formas.
En 2020, con el encierro, hasta el más tonto tenía algo que decir o un baile que hacer. Ahora el hazmerreír era aquel que no usaba las redes para promocionar su trabajo.
Pero de 2022 a 2024, momento en el que decido borrar Instagram de mi teléfono y despedirme de la red social, la cosa se ha puesto fea de cojones.
EL FIRST DATES DEL CONTENIDO
Habrás visto First Dates más veces de las que te gustaría admitir, yo también. Este programa de citas solo tiene un objetivo, entretener. Y para ello ha de hacer un trabajo muy duro para encontrar los personajes más variopintos (casting). Y, una vez sentados a la mesa y en el confesionario, sacar de ellos su versión más extrema, polarizada o cómica que sean capaz de ofrecer en pantalla (redacción). Para, finalmente, en la mesa de posproducción, montar el programa perfecto que durante una hora u hora y media te deje embobado y borracho de dopamina para querer más, y más y más.
¿Crees que ser interesante, intelectualmente, o decir verdades sería un éxito en este programa? No. Lo que triunfa es, literalmente, A VER QUIÉN LA LANZA MÁS GORDA.
A ver quién dice la tontería más grande a cambio de un puñado de visualizaciones y la correspondiente fama momentánea. ¿Pero como coño voy a competir hablando de ser coherente y trabajar con propósito en una plataforma en la que puedes ver a un anormal cincuentón que dice haber estado con reptilianos en la Antártida; otro que dice que las mujeres de alto valor no están con hombres; otra que cuenta sus relaciones poli amorosas y te vende la felicidad encapsulada en promiscuidad y enfermedades venéreas y el otro que asegura que las personas millonarias no llevan pantalones cortos, ni barba y además no se echan novia hasta los treinta para tener foco en el trabajo?.
¡Venga hombre! ¡No me jodas! No tengo nada que hacer con semejante parrilla argentina de esperpentos. Sinceramente, hasta yo prefiero ver esa mierda si me pillas despistado.
Pues eso, querido lector, es en lo que se ha convertido Instagram.
En una red de barbaridades, polaridades, excentricidades u obviedades disfrazadas de intelecto que no solo no aportan, sino que, además, generan dependencia, ignorancia y déficit de pensamiento crítico.
¿Se salva alguien? Cientos, probablemente miles de personas, luchen contra el algoritmo cada día intentando aportar verdadero valor. Pero esta batalla no es contra meta, es contra la masa. Y la masa también somos tú y yo, que nos creemos distinguidos y sofisticados por leer y escribir respectivamente más de 250 caracteres. Pero tú y yo perpetuamos esa mierda consumiéndola.
DORITOS Y PEPSI-COLA VS. GARBANZOS CON BORRAJAS
Un niño alimentado a base de Doritos, Donuts y Pepsi durante años, por mucho que se esfuerce, va a ser complicado que intente cogerle el gusto a un potaje de garbanzos con borrajas, por muy bien hechas que estén.
Tiene el cerebro hecho mierda y lo que le ha ofrecido la mezcla de grasa, azúcar, sal y glutamato difícilmente lo va a suplir una buena alimentación.
Por si no había quedado clara la analogía, he intentado ser un puto garbanzo luchando contra los Doritos durante mucho tiempo. De hecho, he pasado por la AirFryer y me he echado especias a ver si así conseguía gustar, pero me he sentido como un señor de cincuenta años en una discoteca light pidiendo “La Gasolina”.
Y cuidado, que te veo que te tiembla un ojo, puede que tú si tengas hueco en Instagram o en TikTok, joder, seguramente sí. Pero yo, no. O no he sabido hacerlo, que también puede ser. De hecho, mis motivos de marcharme son sencillos:
El algoritmo era más fuerte que mi fuerza de voluntad, son muy buenos los matemáticos que trabajan en meta diseñándolo. Me hacía perder más de una hora al día viendo contenido de mierda que no me servía para nada.
No soy capaz de condensar en una línea o en treinta segundos lo que quiero compartir contigo. (Para muestra, este artículo)
Mis habilidades son la oratoria y la escritura. Instagram es espectáculo y dopamina rápida. Contenido sencillo de poca profundidad.
Quiero aprender a pensar mejor y ser más crítico. Instagram genera polarización sin debate.
Pero puede que tú, para tu vida o tu negocio, seas capaz de sacarle partido. Yo, sinceramente, no quería perpetuar una red social que creo, cada vez más, que hace más mal que bien en las personas: por su velocidad, su contenido y su fácil adicción.
UNA REFLEXIÓN PERSONAL
Esta decisión es personal. No es heroica, ni ejemplar, ni pretende sentar cátedra. Pero, has de saber, que si tienes el objetivo de desarrollar tu marca personal, porque consideras que tienes objetivos y algo que aportar al mundo, no hagas como Vicente. No vayas donde va la gente. Ve donde tu mensaje se alinee con tus habilidades y tus valores y comparte.
Instagram, red de redes, es masiva, pero no siempre lo masivo es necesariamente bueno.
¿Eres bueno escribiendo? Escribe cartas, newsletters, blog o artículos. Abre un Substack, una membresía por email o escribe artículos en LinkedIn.
¿Eres bueno haciendo preguntas? Por muchos podcast que haya, abre el tuyo y sigue tu instinto. O abre un canal de YouTube y busca respuestas a tus preguntas.
Busca tu hueco, comparte sin esperar el aplauso de la masa y valora las pequeñas muestras de afecto.
GRACIAS POR EL AMOR
Esta mañana he dicho que me iba y que no iba a leerte. Me has enviado Whatsapps, me has escrito un email o me has llamado por teléfono. Quería darte las gracias.
Quiero que sepas que aunque he sido un poco extremo con Instagram, le debo algo muy valioso: la oportunidad de haber conocido a mi mujer y madre de mi hijo Max y mi futuro hijo Oliver.
Fue hace 6 años y solo necesitó mandarme un mensaje para que cogiese mi moto, recorriese doscientos cuarenta kilómetros y me plantase en un puerto costero para conocer, en persona, a la que sería, sin yo saberlo, el amor de mi vida y el proyecto más bonito que he hecho y haré jamás.
Nos vemos por aquí, por YouTube o por correo en hola@janocabello.com
Pura vida.
Gracias Jano, como siempre, por reflexiones tan increíbles y por un final que me ha hecho llorar con respecto a Mimi, Max y su futuro hermano. Enhorabuena de corazón. Estoy emocionada. Sin duda, seguiré leyéndote y escuchándote en Youtube, aprendiendo de ti.
Opino como tú, y la verdad es que, me has hecho pensar mucho sobre también el rumbo que quiero tomar, que es algo que estoy intentando definir en los últimos meses. Probando formas y viendo qué y cómo es lo que quiero aportar.
He leído en voz alta el artículo a Sergio y él ha sido testigo de mis lágrimas y mi expresión de alegría y sorpresa con la noticia.
Gracias por lo que has aportado y seguirás haciendo. Un abrazo enorme.