Esto también pasará
Nada es para siempre, ni los mejores, ni los peores momentos de tu vida se quedarán contigo para que te regodees en ellos
Ayer salí a pasear después de comer con el bebé por la ribera del Ebro. En cinco minutos de paseo llegué a un pequeño remanso de paz formado por un graderío de hierba, a la sombra de un plato oriental, escuchando el agua caer de la esclusa que separa ese último tramo controlado del río hasta volverse más salvaje de camino al mar Mediterráneo. Había un par de garzas jugando que me permitieron observar silencioso su pavoneo.
Saqué el libro que me había regalado mi amigo David, Momo de Michael Ende, y empecé a leer. Fue una hora y media maravillosa.
Al regresar, Max, mi hijo mayor, se había despertado de la siesta con 39° de fiebre y, en un tramo de 15 minutos, había pasado de la sombra del plátano al aire viciado del hospital.
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